10.3.22

¿Somos capaces de tirar la primera piedra?


Como sabemos, la Neuroeducación es una disciplina puente que viene a acercar fronteras desde los aportes de la Psicología Cognitiva, las Neurociencias y la Pedagogía. 

Proporciona fundamentos firmes sobre cómo es, cómo se desarrolla y cómo funciona el cerebro a través de horizontes tales como la psicología y la conducta, pero desde la perspectiva del aprendizaje y la enseñanza. Y esto brinda grandes recursos para generar nuevas propuestas educativas y didácticas, proporcionando herramientas tanto para docentes como padres y formadores.


Ahora bien, para que esta disciplina sea aplicada es necesaria la formación de dichos neuroeducadores que sean los que puedan aplicar estas innovaciones en las aulas, ya que si estos cuentan con el conocimiento de los posibles caminos de aprendizajes del cerebro, su campo de acción para poder generar estrategias, se vuelve de una riqueza infinita solo sujeta a su creatividad. 

El cerebro a través de las sinopsis de millones de neuronas, tiene la capacidad de aprender y enseñarse, y reaprenderse. Y en este esquema, desde la neuroeducación se encuentra el gran desafío de enseñar, la capacidad que tiene el cerebro para gestionar su habilidad de plasticidad. En esta línea, sabemos que cada cerebro es diferente, al igual que cada persona, y cada persona realiza sinopsis diferentes desde inteligencias diferentes, por ende el número de posibilidades desde donde generar aprendizajes es infinito. 


Las Neurociencias nos enseñan también que el ser humano a través de las inteligencias múltiples posee como mencioné, muchos canales de ingreso, pero a su vez estos canales están condicionados por los estados de ánimos y las motivaciones externas. Si bien el cerebro de las personas está programado para aprender, procesar, consolidar y recordar un aprendizaje, muchas veces esto se condiciona, cómo mencionaba Vigosky, con el contexto, con las relaciones sociales, con la historia de cada uno. Desde allí también sabemos, a través de las Neurociencias, que muchas de las inteligencias “no clásicas”, como por ejemplo la música, nos predispone para que se produzcan ciertas conexiones que tendrán relación con el aprendizaje de las matemáticas por ejemplo. Esto quiere decir que no son independientes estas conexiones sino, por el contrario están vinculadas intrínsecamente. 


Son innumerables las posibilidades de aprendizajes que nos plantea la Neuroeducación, y como mencioné, asumiendo que hemos conquistado la meta de formar a neuroeducadores expertos en la materia, estos no solo tendrán el desafío de generar propuestas diversas en el aula, sino también de despertar este llamado, “apagón emocional” que traen las nuevas generaciones. El camino que reconocidos autores afirman que la llave es generar la curiosidad en los alumnos, ya que, a través de la curiosidad se ponen en alerta las emociones, que serán las tutoras de un aprendizaje significativo. 

De mi parte aportaría también que es necesario despertar la pasión por lo que se aprende, por el proyecto por el reto, y acá encuentro el desafío mayor, ya que la curiosidad es una emoción y como tal no dura más de noventa segundos, y es por ello que de la mano de la curiosidad , apelaría a un estado emocional con mayor posibilidad de sostén en el tiempo como es la pasión. el desafío es que un estado tan personal como la pasión debe aplicarse de manera transversal a muchos alumnos con preferencias muy diferentes. Es por esto que más allá de cómo se estructure la clase, tenemos que pensar “más allá de la caja“. Coincido con que el trabajo por proyectos es un camino viable, donde cada integrante puede ocuparse de lo que le motive más, pero es justamente aquí donde también radica el punto, la motivación. Considero que esto también es algo que se enseña, como apasionarnos, cómo dar vuelta la perspectiva hasta hallar una que nos genere el compromiso, que nos despierte de ese apagón. 


De la mano de esto, considero tanto o más importante, la enseñanza de inteligencia emocional, de igual manera, para grandes y niños, para padres y tutores, como para alumnos y docentes. Creo que al centrarnos tanto en el aprendizaje en sí, el “árbol nos tapa el bosque”, la capacidad de gestión emocional, si bien es algo que se desarrolla con el tiempo, ya que sabemos que el área ejecutiva de autocontrol se encuentra en el área prefrontal del cerebro, la cual se termina de desarrollar pasados los 20 años, esto no quiere decir que no podamos ir induciendo recursos para que el niño pueda ir haciendo prueba y error de esto. De nada sirve que sepamos muchísimo de neuroeducación si el bullying en las aulas paralizan y condicionan la emocionalidad de los niños y esto van siendo los cimientos donde se construye, ese conocimiento previo relevante. 


Cada participante del aula tiene que contar con los recursos para poder, poco a poco ir gestionando estas acciones, porque esta inteligencia emocional de la que hablamos no podemos divorciarla de lo que le pasa al niño a nivel pares mientras lo aprende, y aquí veo otro gran desafío, el de no descontextualizar lo que pasa en el día a día, porque ese contexto social, será el detonante de que el campo para sembrar los aprendizajes, esté fértil o totalmente minado de angustia. 


Concluyendo sostengo que la neuroeducación tiene que ser un nuevo paradigma social, desde donde podamos no solamente aprender, sino formarnos en todos los ámbitos de la vida. El bullying en las aulas no es algo que se aprende en las aulas ni en los recreos, son patrones que vienen subordinándose a conocimientos previos, anclándose con nuevos comportamiento o vivencias que van calando el autoestima de estos niños, tanto el atacante como el atacado. En este punto debemos ser muy sutiles, ya que suponemos que los docentes, amén de no tener el reconocimiento económico ni moral, asumimos que deben hacerse cargo de enseñar la caja curricular, como también hacerse cargo de las situaciones de bullying, en el aula y fuera, en los baños, en la salidas, en las entradas, entonces es donde me pregunto ¿no será mucho?, ¿no estaremos como sociedad, como padres, como amigos, como hijos como hermanos, mirando hacia otro lado?. Es más fácil tirar la pelota del otro lado de la cancha, pero ¿qué pasa con cada uno de nosotros, con nuestra responsabilidad social en esta inteligencia emocional?, ¿asumimos realmente el reto de ser andamios de otros, de aceptar nuestras fallas? ¿hasta dónde un chiste es un chiste?, ¿es chiste también para el protagonista?, .

¿Damos el ejemplo? ¿Somos actores activos de esa educación que criticamos?  ¿Somos educados?


¿Somos capaces de tirar la primera piedra?